
El Madrid de las batallas salió triunfante de Minsk, escenario de un combate gélido, con el termómetro en la mano. Jugó con la temperatura del partido, sabedor de su superioridad, y dejó dos caras bien diferentes. Posiblemente, completó sus mejores cuarenta y cinco minutos de la temporada y acabó dejándose llevar, propiciado por la confianza de sus armas y la debilidad de un BATE que no dio ni da para más. Los pinchazos de la Juve y del Zenit contra los bielorrusos pueden explicar el engaño producido en un grupo del que el Madrid sale vivo, pero con ciertas cicatrices.
No le importó al Madrid colocarse la coraza, guardarse las espaldas cuando tuvo que hacerlo y utilizar su arma de fuego. Schuster se olvidó de jugar a los entrenadores y el equipo lo agradeció. Ramos acompañó a Pepe en el centro de la zaga. No había motivos para el cambio, visto lo visto hace unos días. No hubo golpes recibidos.
Gago, Guti y Sneijder ejercieron responsabilidades en la zona ancha. El Madrid cogió los mandos desde el pitido inicial y cada uno de los tres instrumentos de la sala de máquinas realizó su función. El equipo salió favorecido. El argentino estuvo inconmensurable en la recuperación, ganando crédito sin complicarse. El '14' y el holandés le dieron al Madrid un aire necesario, nunca visto esta temporada. Corrió el Madrid, circularon bien los merengues y marcaron pronto para castigar la moral del BATE.